Visita al rey

Había estado varias veces en el reino Amane, otras cuantas había visto desde afuera la majestuosidad del castillo que se veía acuoso al recibir los mil destellos de la gran laguna que resguardaba su costado, y unas contadas veces había estado al interior de aquella residencia real compartiendo con los caballeros defensores del lugar.

Sin embargo, ¿qué había sido de aquellos caballeros? El rey Conrad, a diferencia de los demás gobernantes, parecía tratar mucho más con los habitantes y, sin embargo, nadie estaba a su lado protegiéndolo de las mil amenazas que se presentaban espontáneamente en todos los reinos.

Esa reflexión fue la que lo llevó al interior del castillo. Su vocación lo movía y le decía que la paz debía ser cuidada a toda costa, por lo cual le parecía inconcebible que nadie ofreciera su espada como resguardo de la tranquilidad del reino Amane.

Llegó al castillo al atardecer, cuando el agua de la laguna se mostraba enrojecida por la despedida de un sol veraniego. Algunos caballeros ya retirados que ahora actuaban como guardias lo recibieron, ahorrándose así un protocolo demasiado aburrido y lánguido. Sin duda, agradecía llevar el apellido "Ridsh" tatuado tanto en la sangre como en su espada.

Cuando finalmente lo guiaron a la entrada de aquella sala, se quedó de pie frente a la puerta mientras se aferraba a su espada. Esperaba la llegada del rey o, al menos, de alguien que pudiera acoger sus ideas.

Se encontraba sentado en el trono de aquel castillo, escuchando atentamente, buscando soluciones lo mas ecuánimes posibles. Era su pueblo, la gente que amaba a pesar que no conocía personalmente, ya que formaban el reino que le vio nacer y crecer; el reino que gobernaba orgulloso por las personas que estaban orgullosas de pertenecer a el.

Los guardias apostados en el castillo no eran numerosos pero eran suficientes; confiaba en la gente de su hogar y en su propia fuerza para defenderse de los intrusos que desearan perjudicar la paz de este a través de atentados contra el.

- Adelante – indico al joven que esperaba en la entrada – que es lo que necesitas y en que te puedo ayudar – fueron la palabras que encaminaban al otro para exponer en palabras lo que le llevaba ante el.

A pesar de ser un caballero seguro de sí mismo y con un carácter lo suficientemente firme como para presentarse frente al rey, no pudo evitar sentirse un poco intimidado por su presencia. No era solo su postura majestuosa la que iluminaba la pulcra habitación, sino que era su presencia por completo: su cabellera que caía libre y despreocupada sobre sus hombros, sus ojos siempre fijos en su objeto de interés, su expresión seria y sus palabras precisas y carentes de emoción. Sin duda, la diplomacia absorbía demasiado a las personas sobre las cuales recaía la responsabilidad de un reino entero.

Glenn cruzó el umbral y se acercó a paso lento hasta quedar frente al rey, lugar en donde bajó la mirada he hizo una reverencia.

—Muy buenas tardes, rey Conrad. Es todo un honor estar frente a usted y agradezco que me haya proporcionado algunos minutos de su valioso tiempo —dijo mientras volvía a levantar la mirada con sumo respeto y así encontrarse frente a frente con aquellos ojos reales —. Seré preciso. Ante la carencia de caballeros en este reino, he venido directamente hasta usted para ofrecer mis servicios. El reino Amane, y en especial su majestad, necesitan resguardo, y ante la carencia de este, me entrego a mi vocación y me inclino ante usted con este ofrecimiento en mi boca y en mi espada.

Sinceramente aquello le tomo por sorpresa, era cierto carecían de caballeros que resguardaran el castillo pero también era cierto que eran de tiempo de Paz, creía completamente en la diplomacia entre los reyes así que no obligaba a los aldeanos a dejar sus hogares y trabajos para unirlos al ejercito.

Aunque también la seguridad de los miembros dentro de aquel castillo le era importante; su hijo, su consejera y demás personas que convivían ahí, sobre todo del primero. Observo al caballero frente a el un momento, no de manera intensa, lo que menos deseaba era ser maleducado simplemente le miraba mientras pensaba en aquella propuesta.

- Agradezco que me ofrezca sus servicios pero antes de aceptar su generosa propuesta; que opina el rey al que le juro fidelidad sobre esto?? Si cuenta con el consentimiento de él yo no tengo nada que oponer – y era cierto; Si tenía un caballero fijo que le resguardara seria mas fácil reforzar la seguridad dentro del castillo y sobre su hijo.

El hecho de que el rey se tomara su tiempo antes de volver a hablar ya le decía a Glenn que la propuesta podía tener cabida, lo cual le dio más seguridad y lo llevó a reafirmar tanto su postura erguida como sus propias respuestas.

—Le juro, por mi espada, que con este ofrecimiento no cometo ninguna falta, su majestad. Antes de serle fiel a un reino, le soy fiel a la paz que se extiende en toda esta tierra: fiel a los cuatro reinos y al equilibrio de sus elementos —dijo firmemente, sin apartar ni un segundo la mirada de aquellos ojos carmesí que juzgaban a cada ser pensante que estuviera frente a él—. Esa fidelidad es la que me trae hasta este lugar, y es esa fidelidad la que se entiende y se vive entre los reales caballeros del reino Annwn. Su majestad Dorian aprueba aquel razonamiento.

Le agrado la franqueza que profesaban aquellas palabras pero sobre todo la de sus ojos, con solo mirar dentro de aquellas iris de igual color que el mar, sabia que hablaba de corazón y que no había mala intención en el.

- Acepto su Espada a mi servicio de forma cordial al igual que me la ofrece y agradezco al Rey Dorian por su comprensión – le dio una sonrisa diplomática pero sincera – ahora solo me resta pedirle el nombre al me ayudara proteger a este reino con toda su fidelidad –

Al escuchar las palabras del rey, no pudo evitar sentir que la satisfacción llenaba su pecho y lo hacía sentirse agradecido de haber obedecido a aquel impulso proveniente de su vocación. La sonrisa del compuesto gobernante también le hizo relajarse un poco y darse cuenta de la gran conexión que había entre todos los reinos: con una sola sonrisa, aquel hombre le había explicado que había lugar para el fuego entre las olas de su castillo.

—Tiene usted toda la razón, su majestad —sonrió con un poco de vergüenza al notar que había dejado su presentación para el final—. Siento haber omitido semejante información —Con una rodilla apoyada en el suelo, afirmó con las dos manos su espada clavada orgullosamente en el reluciente piso real—. Mi nombre es Glenn, hijo menor del linaje de caballeros de la familia Ridsh, que ha blandido la espada innumerables veces para mantener vivas las llamas del reino Annwn, su majestad.

Sus ansias por ayudar a proteger aquel reino eran enormes, pero la naturaleza de su elemento volvían peligrosas aquellas ansias, más cuando las veía llamas en los ojos de aquel rey. ¿Cómo era posible que ese gobernante, tan apacible y calmo como el agua, pudiera albergar flamas en su mirada? Tal vez era la imaginación del caballero, o tal vez no; pero, ciertamente, estando a su lado lo descubriría.

—Si su majestad me concede el honor, desearía ponerme a su total disposición desde el momento en que me conceda la estadía a su lado —dijo estando aún de rodillas y esperando la respuesta del rey.

- No hay nada de que disculparse; un nombre solo se le dice a las personas que se desea que lo pronuncien – le comento indicando que no tenia por que disculparse por aquello – un largo y buen linaje, confió en que protegerás estas tierras como lo han hecho tus ancestros en su reino, aunque no te vieron nacer espero que las respetes como a las que lo hicieron –

Y en aquellas palabras venía la confianza de ahora en sus manos dejaba parte de lo mas preciado para el; el reino que se le confió y la gente dentro y fuera de aquella fortaleza.

- Levántate, agradezco el respeto que me ofreces pero si de verdad es lo que sientes, mas que palabras que lo juren; demuéstralo en tus actos y honor protegiendo a mi pueblo… protegiéndome para que nadie pueda tomar posesión de su libertad.

—Tiene usted la razón, su majestad —respondió al primer comentario tranquilizador del rey. Sin embargo, a lo que el caballero aspiraba era a ser llamado por su nombre. No era un simple caballero después de todo, era Glenn Ridsh—. Y por su puesto que protegeré este reino con mi espada y entregaré mi vida por usted si es necesario, rey Conrad.

Con lentitud volvió a ponerse de pie ante la petición del rey y, sin poder evitarlo, volvió a sumergirse en aquel mar de sus ojos reales.

—Su majestad... —titubeó un segundo y se obligó a sí mismo a despertar y enfocarse nuevamente en su tarea—. Solo me queda esperar sus órdenes y seguirlas al pie de la letra.

La poca distancia que lo separaba del gobernante en su trono parecía más amplia de lo aparente. ¿Cuántos kilómetros medidos en vidas podían marcar la diferencia y distanciar a un rey de un caballero? Era un Ridsh, pero a los ojos del rey, solo era un caballero más. Seguía de pie frente a él y por un segundo le pareció que ni siendo su guardia personal podría acercarse más. "Idiota...", se insultó mentalmente mientras miraba al rey, "deja de pensar en estupideces".

Aquellas palabras le arrancaron de nuevo otra sincera sonrisa dedicada al caballero – entonces permite que una de las sirvientas te guie a una habitación – y con aquello dio la orden indirecta para que una se acercara para hacer lo indicado –si necesita algo se lo puede pedir a cualquiera de las Criadas –

Le agrado aquel hombre que sin temor o aprensión alguna, le ofrecía su espada y lealtad, en completa sinceridad. Le complacía ver que el orgullo de caballero que portaba el mas joven del linaje Ridsh y no le restaba la humildad, que todo hombre debería poseer, para ofrecer su persona para proteger.

—Entendido, su majestad —dijo mientras hacía una nueva reverencia ante el rey—. No le quitaré más tiempo. Solo me resta agradecerle su confianza en mí; prometo no defraudarlo.

Habiendo dicho sus últimas palabras, le sonrió el rey para luego saludar con la cabeza a la criada que le mostraría el lugar que sería su nueva morada. Con paso firme y lleno de orgullo, salió de aquella habitación siendo el caballero que defendería al rey Conrad y su reino.