"Uniendo los reinos"

El rey Alan se paseaba de un lado a otro en la sala de consejo, llevaba al menos unos cinco minutos esperando a sus estimados amigos, el rey Conrad y el rey Dorian, con quienes había quedado de verse en aquel lugar para “charlar un rato”. Pese a lo que mucha gente rumoraba de ellos, sobre un frío trato y su poca relación, ellos eran realmente buenos amigos, siempre habían sido muy diferentes, cosa que parecía unirlos más.

Alan miró por la ventana que daba al patio, y se perdió unos instantes observando el hipnótico encanto de la rutina de sus sirvientes, hasta que el sonido de unos fuertes pasos lo alertaron, haciéndolo voltear hacia la puerta.

-Buenas tardes, mis queridos – Los saludó como siempre con su amable y serena sonrisa.

Fuertes y firmes pasos se escucharon retumbar por el pasillo, donde sirvientes bajaban la mirada sintiendo su imponente mirada casi rozarlos.
A su lado, el Soberano de Amane; el Rey Conrad.
Guardo completo y absoluto silencio, manteniendo ese aire imponente que siempre portaba ante sus súbditos y servidumbre.

Las grandes puertas de la sala fueron abiertas por dos sirvientes, siendo recibido por esa sonrisa resplandeciente del extraño Rey de Kishar.

-Buena tarde- Respondió con cortesía y educación. Peino su largo cabello rojizo con aquellas uñas que pasaban por ‘garras’.

Mi mirada verdaza recorrió de un lado a otro aquella enorme sala bellamente adornada siendo iluminada por las velas que eran encendidas por los sirvientes que anteriormente les abrieron las puertas.
-Dime Alan… ¿Por qué el Rey de Ayvlen, no esta honrándonos con su presencia?- menciono con cierto tono suave pero que le permitía seguir siendo fuerte y claro.

Por fin arribo a su destino, la ciudad central, lo que podría considerarse la capital del continente. Había ido expresamente por el llamado del Rey Alan, quien había solicitado su presencia y al del gobernante de Annwn, aunque no había explicado para que.

Aun así había atendido al llamado y ahora caminaba hacia la habitación donde se encontraba Alan, con paso rápido pero elegante, llego hasta la puerta donde unos sirvientes se encontraban aguardando su llegada. Se topo de frente con Dorian y sin bajar la cabeza, inclino un poco su torso, dándole un saludo respetuoso para después girar y encarar la puerta. Esta se abrió en seguida, revelándoles el interior y su ocupante, quien enseguida los saludo.

- Buenas Tardes Alan, Dorian, un gusto verlos de nuevo – respondió con cortesía el saludo y escucho la pregunta del segundo – si, lo mismo me preguntaba, o es que acaso llegara después?? – interrogo también.

Inclinó ligeramente la cabeza ante sus saludos, y despidió a los sirvientes con un ademán antes de responder. Cuando las puertas se cerraron y por fin se encontraban a solas, caminó hacia una pequeña mesa donde había una copa.

-Por desgracia, nuestro Arjen tuvo otros asuntos que atender, por lo tanto no pudo venir. Pero me alegra mucho que ustedes dos sí. Hay algunas cosas de las que quisiera hablarles acerca de los reinos, pero eso lo resolveremos después de la cena.

Tomó la copa y le dio un sorbo, para después mostrar una expresión de completa aprobación. Se les acercó sonriendo coquetamente y se las ofreció con elegancia.

-¿Gustan un poco de vino?

Sus labios se torcieron en una cómplice sonrisa con sus traviesos pensamientos, justo cuando el fue quien dio al menos un paso que resonó en la sala para terminar de cortar la distancia con el coqueto rey Alan.
-se lo agradezco- cerró los ojos cuando de sus labios escapo ese susurro antes de que sus largos dedos tomaran la tosca copa de oro decorada con aquellas piedras preciosas dignas del reino.
Le llevo hacia sus labios y sorbió un poco, degustando ese fuerte sabor que cosquilleo su garganta de inmediato.
-que dice usted Rey Conrad- se acerco lentamente, a pasos suaves y le rodeo, colocando su mano sobre el hombro derecho y acercándose amenazadoramente a su oído izquierdo y ofreciendo la copa directamente a sus labios, suspiro;
-¿Qué dice usted Rey Conrad?... ¿Desea probar un poco?- ese susurro vibro sensualmente sobre su boca y oído del poseedor de ojos carmesí.

Aquel susurro le estremeció la piel; al igual que el calor corporal de Dorian invadiendo su espacio vital y miro le adusto ante aquello. Tomo con una de sus manos la ajena que se posaba en su hombro y con delicadez, para no parecer descortés, retiro el agarre ajeno al mismo tiempo que con la que tenia libre tomaba la copa ofrecida.

- Que es una lastima que el Rey Arjen este ausente pero que es un gusto reunirme con ustedes y un placer beber a sus salud – y dicho esto imito a sus acompañantes deleitando su aladar con el dulzón sabor de las uvas fermentadas.

Una vez sus labios se separaron de la superficie de oro, alzo la copa e inclino la cabeza, en dirección de sus interlocutores antes de caminar hacia el anfitrión y entregarle la copa al tiempo que le sonreía.

- Un delicioso vino el que nos ofreces; gracias por la invitación -