Día de comercio

Se encontraba en su puesto de telas. Ya iba a iniciar el día y esperaba fuese uno bueno. En una amplia mesa se encontraban muestras distintas telas, desde las suaves y finas hasta las más comunes, también habían telas que eran resistentes, aunque no necesariamente suaves. En fin, había infinidad de colores y calidades.

-Buenos días -saludó, con una sonrisa a otro de los comerciantes que terminaba de ordenar su puesto, y fijó su mirada en el suyo. Bien, era hora de comenzar-.

Observó a una muchacha pasar curiosa entre los puestos. Sonrió.

-Buenos días, damisela, ¿está interesada en alguna tela para algún evento? -preguntó, con cortesía y una sonrisa en los labios. El labor de "todos los días".

El día había comenzado con un radiante sol que ya comenzaba a quemarle un poco la piel, mas esa no fue excusa para que el caballero vestido de civil diera una caminata tranquila, de aquellas que tanto anhelaba estando en batallas.

La rutina del día a día y la simpleza de la gente que hacía de las polvorientas calles su entorno le parecía relajante y, a veces, hasta interesante. Y esa podía ser una de aquellas veces.

"Vaya ajetreo", pensó mientras esquivaba a algunos niños que corrían desenfrenados por su lado. Al seguirlos con la mirada, divisó a alguien cuyo rostro le resultaba totalmente nuevo. Una sonrisa demasiado amplia decoraba la expresión natural de aquel mercante de telas, pero algo en él lo hacía destacar entre los demás comerciantes.

Lo miró desde lejos por unos cuantos minutos, hasta que, finalmente, se decidió a acercarse a él.

—Un día extremadamente soleado, ¿no cree? ¿Eso es signo de más gente en el mercado?

Entabló conversación con una muchacha que parecía interesada en comprar tela, aunque se notaba no podía costear alguna fina. Le mostró un par de muestras para que notase la suavidad al tacto que tenían, por supuesto no sería nada parecido a una seda pero, su calidad no era mala.

Un poco más de conversación, alguna broma para que se rompase el límite de vendedor-comprador y fuese más parecido a hablar con una amigo. Luego de unos minutos había conseguido su primera venta.

—Muchas gracias, señorita Cassandra, que tenga un buen día —sonrió, mientras se despedía de la muchacha ondeando su mano derecha—.

Pasó el dorso de su brazo por su frente, vaya que el sol tenía fuerza hoy. Giró levemente su rostro al escuchar una voz cercana, y cuando notó la sombra acercarse más a su puesto, imagino que le hablaban a él.

—Estoy de acuerdo —concorcó y sonrió dejando notar su desagrado por el clima tan caluroso. Observó al cielo, con los ojos entrecerrados, mientras pensaba en la respuesta—, creo que no necesariamente están conectadas ambas partes. Depende más de la necesidad de las personas por el producto deseado —miró al muchacho fijamente, como solía hacerlo al tiempo que sonreía pero, segundos después su sonrisa se desvaneció—. Perdone mis modales, buenos días —agregó, con una sonrisa amplia y un gesto que parecía pedir disculpas sin necesidad de hablar—.

—Buenos días —respondió bajando un poco la cabeza en señal de amabilidad mientras miraba las telas distraidamente—. Es un hecho que las compras dependen de las necesidades, pero un día hermoso anima a muchas personas a dar un paseo y por ende gastar dinero con una sonrisa en la cara.

Para ser tan temprano, la gente ya llenaba el lugar como si fuese el horario de más concurrencia en un día de fiesta. Glenn no dejaba de intercambiar su mirada entre las telas, la gente y aquel mercader que parecía interactuar con tanta familiaridad con los habitantes.

—¿Es usted nuevo en este reino? Su rostro me dice que sí, pero su actitud me dice que no —preguntó mientras lo miraba directamente.

Realmente no consideraba aquel día como "un día hermoso", realmente no gustaba de los días calurosos, algo extraño tratándose de alguien del reino de fuego. Aún así, asintió levemente ante lo dicho por el muchacho, el que no disfrutara de esos días no significaba que los otros tampoco lo hicieran.

—Si fuese de esa forma creo que la mayoría de comerciantes tendríamos con una sonrisa al finalizar el día —comentó, divertido. Se fijo en las actitudes del muchacho, desde el inicio no parecía dispuesto a hacer una compra pero, tal vez lograba que se interesara un poco en alguna de ellas.

Cuando se disponía a hacer un comentario escuchó la pregunta, alzó unos centímetros su rostro al tiempo que lo ladeaba un poco, en un gesto de curiosidad hacia aquel muchacho.

—Al parecer pasa mucho tiempo observando a los habitantes del reino —comentó con un tono de ligero asombro en la voz—. No soy exactamente "nuevo" en el reino, pero sí en esta zona —respondió, más no hizo mayores aclaraciones.

No pudo evitar levantar ligeramente las cejas ante el comentario del comerciante. ¿Qué demonios intentaba decir con eso?

—¿Insinúa que tengo mucho tiempo libre? —preguntó mientras forzaba una sonrisa amable, pero cargada de molestia—. El que haya nacido en este reino me proporcionó una considerable cantidad de años para conocer a sus habitantes.

"Mucho más a los que entran y salen del reino con la excusa de vender", pensó mientras seguía con su postura amable.

—Y entonces, ¿qué lo impulsó a cambiarse de zona? ¿Tal vez alguna damisela? —preguntó, intentando ponerle un toque de picardía a la conversación y la vez diluir su propia tensión.

A pesar de notar la "amable" sonrisa del caballero sabía que no había tomado a bien su comentario, pero no le molestaba el saber que se había enojado, era divertido.

—No es necesario tener mucho tiempo libre, existen personas con una memoria prodigiosa, por eso me había sorprendido el que usted supiese que no soy de esta zona —explicó, con cortesía y la eterna sonrisa que parecía llevar en el rostro—. También he nacido en este reino, pero lastimosamente no he podido conocer a tanta gente —comentó—, no puede tenerse todo —agregó, sin dar importancia al asunto—.

No pudo evitar una risa ligera ante su pregunta.

—No, realmente no ha sido eso, joven —respondió, aún con gracia por la pregunta—, simplemente buscaba un lugar donde pudiese realizar mejor mis ventas —se detuvo un instante, apenas el suficiente para tomar un respiro—. En lugares alejados apenas se puede sobrevivir con las pocas ganancias —finalizó—.

—No, definitivamente no se puede tener todo —dijo mientras intentaba buscar su mirada. Sin duda esa sonrisa comenzaba a molestarle un poco. De seguro su mandíbula ya estaba adolorida por mantenerla durante tanto tiempo. Vamos, que un comerciante nunca puede ser tan amable, menos en una mañana que comenzaba a derretir la piel como si fuera de chocolate.

—Con que buscando un mejor lugar para vender, ¿eh? —dijo con un ratro de duda en sus palabras—. ¿Y dónde está su domicilio hoy por hoy, señor mercader? —Intentaba sonar agradable, pero su personalidad de caballero se le escapó en cada letra. El tipo era sospechoso, eso no se podía dudar.

Notó lo que intentaba el otro y no se hizo de rogar, aunque no dejaba de preguntarse que era lo que buscaba aquel muchacho. Le miró fijamente, bien, él había comenzado con eso y Finn gustaba de ese tipo de cosas, eran como pequeños retos.

—Si se pudiese tener todo, entonces el cielo ya estaría cubierto de nubes —comentó y hubiese mirado hacia el cielo, pero, aún no acababa el que consideraba "reto de miradas"—.

Entornó los ojos, aquel muchacho tenía mucha curiosidad por su vida y eso le daba mala espina, un hombre cualquiera no haría preguntas como las de él. Su rostro había adoptado un gesto pensativo.

—¿Cómo podría decir algo así? —respondió con una pregunta—. No sé que tipo de persona es usted, disculpe que lo diga de ese modo, pero bien podría estar dando información importante a algún ladrón sin yo saberlo —Claro que Glenn no tenía actitud de algún ladrón, y uno de esa profesión no sería tan obvio. Definitivamente el otro tenía una actitud más autoritaria, como los que protegían el reino. Sonrió para sí, pero no lo externalizó, no era conveniente algo así—.

Dudó un momento con respecto a darle información sobre su posición de caballero del reino. Si el mercader escondía algo, sin duda sería mucho más cuidadoso sabiendo junto a quien se encontraba. Pero, por otro lado, era cuestión de tiempo, tal vez hasta minutos, de que aquel hombre se enterara de su labor en aquellas tierras. Muchas personas conocían al "pequeño Ridsh", y muchos niños incluso lo admiraban y lo saludaban con emoción por las calles. Ocultarlo no tendría sentido.

—Tiene usted toda la razón —dijo con la misma sonrisa estampada en el rostro—, pero ha de saber usted que no soy peligroso. Soy caballero de este reino, y bajo ese puesto, supongo que entenderá mi interés. Cuido estas tierras desde hace mucho, y para poder hacerlo, necesito conocer a aquellos que entran y salen. Eso a cambio de que mi espada esté a disposición de gente humilde y trabajadora como usted —dijo mientras arreglaba su flequillo con los dedos y lo ponía detrás de su oreja.